Reflexión acerca de nuestra relación con la tecnología
El rey midas convertía en oro todo lo que tocaba, a partir del deseo que él mismo pidió a Dionisio, nos intereso en primera instancia este mito por el tipo de connotación alquímica, una reacción inesperada y sorprendente, pero que al final desemboca en una catástrofe. Ahora consideramos esta catástrofe lo más importante; el deseo de poseer oro lo obtiene con creces, tanto que se vuelve en su contra, la relación entre tocar y convertir en otra cosa, es un reflejo táctil presente en los sistemas de coordinación orgánica, de allí llegamos a la planta dormidera (mimosa púdica), y pensamos en la posibilidad de crear una ruptura entre estimulo y respuesta: ¿qué sucede cuando la respuesta no coincide con el estimulo?, imaginar una ausencia de determinismo donde tenga cabida lo imprevisible, insospechado, inesperado, impensado. Consideramos los sistemas orgánicos como algo que podemos calcular, medir, clasificar, (ciencia) tanto que le acuñamos en leyes llamadas “leyes de la naturaleza”, para disponer de ella, por medio de formulas y conceptos, invalidando por completo, cualquier atisbo de libertad, ya que todo debe ser encajado, se pretende pues un dominio.
Los sistemas que en apariencia son estables, en realidad presentan grandes rupturas: En teoría del caos: discontinuidad, divergencia e histéresis, pueden producirse cambios repentinos del comportamiento o de los resultados, la complejidad no se subordina a unos cálculos lineales, existen diversas posibilidades y bifurcaciones en el desarrollo de los fenómenos. Aunque la tecnología devela parte de esos fenómenos, se basa en mecanismos que mediatizan nuestra experimentación, por tal razón, creemos que debemos dudar de este tipo de observación y de los resultados que arrojan.
Otro mito importante al cual nos remitimos es el de Prometeo, develar como en el texto de Heidegger se trata de traer ahí adelante, es en cierto sentido develar lo que ya existe, otorgar una posibilidad, como lo hizo Prometeo, desafiando la ira de los dioses al traer el fuego a los hombres, hablamos de la metáfora del conocimiento, y el gran deseo de poseerlo como Midas, la pregunta sería: ¿hasta dónde podemos llegar en la búsqueda del conocimiento, donde empiezan los cálculos, lo previsible, lo que se puede cuantificar, es decir, podemos dominar el conocimiento?
Siendo el conocimiento por completo inasible y escurridizo, ante la imposibilidad de acceder a la cosa en sí (noúmeno), resulta que solo tenemos aproximaciones sensibles, destellos que no alcanzan a dar cuenta de lo complejo que es el universo de fenómenos, de tal manera, nos pareció llamativo la forma en que brillan las luciérnagas en la noche, de nuevo otro tropismo nos involucra en la observación de un hecho aleatorio, la luz es la metáfora del conocimiento, ir a ella significa descubrir, develar algo oculto, el fuego en el mito de Prometeo pertenecía a los dioses, Prometeo liberó la dependencia que existía entre los mortales y los dioses, el hombre provisto ahora del fuego, puede cocer sus alimentos, mantenerse tibio y ver en la oscuridad, y sin embargo, este también le quema, lo que otrora resultaba acogedor se convierte en potencia destructiva, dicotomía extrema el bien y el mal, es bienestar y respeto.
Como el fuego, el conocimiento es inasible, una fenómeno que nos interesó, son fuegos fatuos, luces que en la noche aparecen esporádicamente, y confunden al viajero, consideramos que este fenómeno es una metáfora del conocimiento, de cómo este siendo luz llega a confundir, como ya hemos dicho antes, el traer aquí adelante puede conducir a bastantes riesgos, ya que creemos, por medio de la ciencia y la tecnología tener un conocimiento, cuando en realidad esto no garantiza poder asir alguna verdad.
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